La educación y la inflexibilidad. 1ª parte

Ayer asistí atónita a una performance de inflexibilidad por parte de un adulto hacia una niña de seis años. A saber, la niña no contestó al saludo de un compañero y éste fue su grandísimo pecado. Esta persona adulta de tremenda moral insistió hasta las lágrimas en que la niña contestase. Cuando lo hizo no le pareció suficiente el volumen de su voz y, claro, siguió insistiendo hasta que la niña de seis años empezó a suspirar entrecortadamente y la persona adulta consiguió su propósito: que la niña dijese “sí” en el volumen correcto.

Y yo me pregunto, ¿para qué vale tanto despropósito? ¿para qué vale ser tan inflexible en la educación de un niño cuándo la falta no es grave? ¿acaso las normas sociales dicen que si alguien no te saluda vamos detrás hasta que nos da el deseado adiós?

Enlazo con lo que me pasó con Manuel y la zurra. Episodio que habrán vivido much@s de l@s que piensan como yo. Mi pequeño se escapó corriendo por la calle pensando que jugaba sin percibir el peligro. Por suerte, aún corro más rápido que él y lo cogí a tiempo. Entonces otra persona adulta llamó mi atención con la célebre frase “una zurra a tiempo…” Cuando le dije “Manuel tiene autismo” le dio absolutamente igual y siguió insistiendo en su venerable zurra, aleccionándome sobre las bondades del azote y sus efectos.

No me quiero extender más en ejemplos porque hay mil cada día de la maldita inflexibilidad  que está muy bien considerada por una parte amplia de la población.

Yo digo que la educación de nuestr@s niñ@s tiene que ver también con otras cosas. Que cedamos a veces no tiene que ver con que no tengamos criterio. Significa que a veces y cuando lo consideramos adecuado atendemos a las demandas y necesidades de nuestros pequeñ@s. Insistir hasta las lágrimas cuando no tiene importancia lo sucedido o darle un azote a un niño con autismo que no entiende ese hecho, o lo que es peor, que lo puede interiorizar como algo natural, no vale para nada.

Estoy harta de l@s inflexibles y de esa teoría de la inflexibilidad tan arraigada en el inconsciente colectivo. Pero para dar ejemplo voy a ser flexible y voy a pensar que esas personas adultas no tienen más recursos, que sus cerebros no son capaces de procesar y contextualizar datos, que sólo pueden poner en práctica aquello que aprendieron y que preconizaba el pensamiento único. Lo siento por ell@s!

4 thoughts on “La educación y la inflexibilidad. 1ª parte

  1. Hola Olga, opino lo mismo que tú. Creo que hay mucha gente que es tan inflexible por desconocimiento o porque a ellos los criaron así y piensan que es lo mejor.
    Ese adulto seguramente se sintió fenomenal porque al final consiguió lo que él creía que era lo correcto, que la niña contestase alto y claro… a lo mejor es un acomplejado y lo refleja así, sin darse cuenta de las lágrimas o lo mal que lo estaba pasando la peque.
    También tengo unas cuantas anécdotas de ese tipo, grrrr
    Yo tengo una niña de 15 meses y me gusta un cole que hay en Gijón que se llama “Andolina” (golondrina en asturiano). Te lo digo porque precisamente la educación que se imparte allí no es tan “militarista” como en la mayor parte de los coles que conozco. Si tienes un ratín métete en la página y me das tu opinión, me interesa mucho, porque aunque es muy peque hay que ir apuntádola porque tienen una lista de espera interminable y no consigo dar el paso.
    Un beso muy grande y gracias por compartirlo, porque me hace reflexionar y así poder mejorar en el día a día con mis alumnos.

    1. Hola Soraya,
      me sentí fatal con este episodio, fue realmente incómodo. Parecía que estaban tratando a una delincuente infantil, en fin… hace tanto daño esa educación militarista, inflexible, rígida, de pensamiento único. No vale para nada.
      Ya vi la página del cole que me dices y me parece fantástico que exista un sitio así, si yo lo tuviera cerca, no lo dudaría.
      Tod@s tenemos que mejorar para nuestr@s alumn@s pero por lo menos nosotras ya sabemos éso. Un beso grande. 🙂

  2. Ante este tipo de situaciones yo tomaba dos opciones ( cuando Alberto era más pequeñito ) o bien la indiferencia acompañada de una mirada de esas que matan, o bien darles una buena contestación en plan irónico. Te pongo dos ejemplos que viví.
    Uno fue en el parque, Alberto hizo una de las suyas y una “tipa” ( no se le puede llamar de otra forma) dijo a mis espaldas, pero bien alto para que la escuchase: ¡ja!, mira, y eso que la madre es maestra. Tranquilamente me di la vuelta y le dije con cara de risa: ” Na casa de ferreiro coitelo de pau” pero me encanta que sea como es!!!! La otra se quedó fría y blanca.
    Otro día en una tienda que frecuentábamos una dependienta muy indiscreta empezó a darme una charla sobre que debía hacer con mi hijo, cosas del tipo: es que este niño no habla, es que deberías llevarlo aquí y allá, es que a tu hijo le pasa algo, mira que pena…( cuando ya estábamos hartos de dar vueltas, y con terapeuta, logopeda y etc). La miré a los ojos, sonreí y con mucha sorna le dije: de verdad que a ti no te dice nada???? Y ella, ya a la defensiva me dice: no y nunca lo escuché decir nada. MI respuesta: pues creo que no le gusta tu cara pues en casa y a otras personas les habla por los codos. ¡ SANTO REMEDIO! Nunca más me dijo nada.
    Si la intención fuese buena, no me hubiese importado darle explicaciones ( aunque no tengo por qué) pero su forma de hacerlo y tan insistentemente era como coger un cuchillo y hurgar en la herida…
    Pronto encontrarás tu forma de afrontar estas situaciones pero no dejes que te afecten!!!
    Un beso Olga!!!

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